Raices en tierras volcánicas
Durante los años cuando barcos españoles cruzaban el Atlántico buscando el nuevo mundo, la isla de La Palma fue el último puerto que visitaron antes de izar velas para ir hacia las Indias. Era como el fin del mundo conocido. Pero entonces La Palma era aún más pequeña que es hoy, porque erupciones volcánicas en 1677 y 1971 han añadido algunos kilómetros al sur de la isla.
Y es precisamente esta lava que da vida a los miles de viñedos que crecen en las faldas del volcán de San Antonio, aunque su vecino Teneguia es demasiado joven para permitir mucha vida a su alrededor. De hecho, hay viñedos en toda la isla, pero en general la uva cede protagonismo a otra fruta, el plátano, que es el verdadero rey de La Palma.
El vino es importante aquí también y los productores aprovechan las posibilidades de una clima benigna y unos altitudes que van hasta unos 2.000 metros. Hay un museo del vino en el pueblo de Las Manchas y varias bodegas que abren para visitas y degustaciones.
La bodega donde tasté vino, lleva el nombre del volcán, Teneguia. Situado en el pueblo de Los Canarios en el sur de la isla, era el de la cooperativa de La Palma que tiene una historia bastante interesante, ya que pasó a manos privadas y luego la cooperativa pudo volver a comprar.
El vino más celebrado de esta bodega es un malvasía naturalmente dulce elaborado con la uva que crece a los lados del volcán San Antonio. Mi preferido, sin embargo, fue un blanco con el nombre de La Gota y etiqueta muy distintivo. Confeccionado con las variedades Listán Blanco, Bujariego, Albillo y Negramoll, es frutoso, fresco y elegante.
¿Quién sabe? Esto podría ser el principio de una pasión por vinos de lugares poco habituales.