Cataluña tiene un potencial no realizado
Bien pensado, no hay ningún motivo para que Cataluña no podría ser un destino de enoturismo para rivalizar la Napa Valley de California. Ambas tienen bodegas y vinos de calidad muy cerca de una ciudad que ya funciona como centro de turismo importante: en el caso de Cataluña, Barcelona, y en el caso de la Napa Valley, San Francisco. De hecho, en principio Barcelona lo tiene mejor que San Francisco porque tiene unos 300 bodegas a una hora en coche y, a dos horas, unos 500. Pero en realidad no es así: si la Napa Valley tiene 8 millones de visitas al año a sus bodegas, en Cataluña no hay cifras, lo que significa que tampoco hay mucho interés. El destino de enoturismo más importante de Cataluña, el Penedés, sí que alguien se interesa por las estadísticas, pero no impresionan mucho, con 450,000 visitas anuales.

Lluís Tolosa
Para Lluís Tolosa, experto en enoturismo y autor de varias libros sobre el tema, hay varias motivos para que el potencial de Cataluña en este aspecto no se realiza, al menos de momento. En una jornada organizada el mes pasado por el Consorcio de Enoturismo de Alella y el Ayuntamiento de Badalona, Tolosa explicaba los obstáculos a superar.
Un problema muy importante es la mentalidad de unos propietarios de bodegas que, por ejemplo, no quieren abrir para visitas los domingos y días de festivo, precisamente los días cuando los turistas los quieren visitar. También algunos estan fijados en una idea de visita que no se ajusta a lo que piden los turistas de hoy, que quizás no tienen mucho interés en la mecánica de la producción del vino en plan turismo industrial, y prefieren disfrutar de los vinos como acompañamiento de una buena comida o de un picnic entre los viñedos.
La falta de infraestructuras es otro handicap. En California hay disponible un servicio para ayudar a los enoturistas disfrutar de cada momento de su estancia: alojamientos, alquiler de bicicletas y quads, coches con chófer, paseos en helicóptero sobre los viñedos … En Cataluña, en general, estas cosas no existen y, donde los hay, los operadores lo encuentran muy complicado ganarse la vida.
Según Tolosa, quizás el problema más importante es la comunicación, o, mejor dicho, la falta de comunicación. Esto se muestra de varias maneras. Primero, las oportunidades de hacer enoturismo no se comunican en lugares donde hay turistas. Los millones de turistas que vienen cada año en Barcelona, ahora en cantidades tan grandes que la ciudad no sabe que hacer con ellos, no tienen ni idea que, por ejemplo, podrían visitar bodegas en Alella con vistas al mar casi sin salir de la ciudad. Nadie se les dice y hay muy pocos paquetes de enoturismo disponibles.
Pero es aún peor, porque si van a comer algo en Barcelona, muchos restaurantes tienen cartas de vinos con muchas opciones de otros lugares de España y muy pocos vinos de Cataluña. La cosa va mejorando, pero no en todas partes, y el vino más conocido en Barcelona sigue siendo la sangría. No es precisamente la manera de despertar interés en los productores de vinos locales, algunos de muy buena calidad.
Así que tenemos una ciudad turística con mucha potencia pero parece que no hay manera de canalizarla hacia las bodegas que quieren acoger turistas. No es extraño, pues, que hay bodegas que abren para visitas y que cierran seis meses después, diciendo que la experiencia ha fracasado. Para Lluís Tolosa, lo que hace falta sobre todo se coordinación entre todas las partes: los entidades que supuestamente tienen responsabilidad por el enoturismo en Cataluña (que en sí mismo se divide a nivel del gobierno entre los departamentos de turismo y agricultura), las administraciones locales, bodegas, restaurantes, museos … Se necesitan cambios de actitud, flexibilidad, voluntad y apoyo, porque ahora mismo Cataluña queda todavía muy lejos del Napa Valley.